12/14/2011

ARREGLANDO EL PAIS #2



Bogotá, Miércoles 14 de Diciembre de 2011
ARREGLANDO EL PAIS #2
Por: José Roberto Escamilla

EL LENGUAJE Y LA VIOLENCIA
(Advertencia: Este es un escrito que critica la crítica con un lenguaje muy crítico. Se recomienda discreción.)

Todos los días me sorprendo por la forma de actuar del ser humano y muy a menudo soy yo el origen de dichas sorpresas.

No hace mucho lancé un comentario radical sobre las marchas y su no utilidad. Poco tiempo después estaba participando en una de ellas. Aunque no auguro que dicha marcha sea la solución para el problema por el cual protestábamos, tampoco lo fue mi opinión que expresé en contra de estas.

Estoy convencido –hasta que se demuestre lo contrario – que la crítica si no va acompañada de una gran, increíble y efectiva solución, solo servirá para menoscabar el concepto, si es una cosa, o en el caso de las personas servirá para atacar su estima.

Aquello de la crítica “constructiva” no existe. Es más el mal que el bien que produce. Me atrevo a asegurar que parte de la mentalidad de pobres que tenemos es gracias a quien o quienes se inventaron el concepto de países subdesarrollados, del tercer mundo… Llevamos generaciones escuchando esto y creo que por medio de la repetición constante nos creímos el cuento. Maltrate a alguien todos los días, a toda hora y verá que lejos de mejorar se volverá sumiso o violento.

Aunque la violencia física tiene resultados inmediatos (heridas, moretones, fracturas, etc) es la agresión verbal la que deja secuelas más difíciles de reparar en la psiquis del individuo.  Con esto no quiero decir que debamos tener una política de “cero tolerancia” en contra de las personas que ejercen este tipo de violencia- en nuestra vida siempre nos encontraremos con alguno (a) que la ejerza y a quien el largo brazo de la ley no podrá alcanzar -.

Mi propuesta es reforzar al individuo a blindarse contra este tipo de violencia. ¿Cómo?  No criticándolo  y si está muy interesado en cambiar ese tipo de comportamiento de la solución, comprométase y hágase responsable en ayudar  a que dicha cosa que le molesta cambie. Porque de lo contrario será un crítica disfrazada de consejo.

Otro caso el cual la gente lo toma como inofensivo y hasta chistoso es el uso de las groserías que con su uso continuo puede convertirse en coprolalia o la enfermedad de decir palabrotas de manera compulsiva.  Podrán tacharme de mojigato pero en mi concepto aquel que usa palabras soeces  –recuérdenmelo si me escuchan decir una- solo es digno de lastima y evidencia su falta de control en sí mismo y la carencia de vocabulario para expresar sus ideas. La solución: Un diccionario.


Nota.
Ver la carta de renuncia del profesor Camilo Jiménez (http://www.eltiempo.com/vida-de-hoy/educacion/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-10906583.html) y la respuesta de la estudiante Victoria Tobar (http://alfinvictoria.blogspot.com/2011/12/carta-para-camilo-jimenez.html).  La crítica genera otra crítica. ¿La solución?


 

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